El mensajero de los dioses

Bosque
JRF – 2013

Qué duro es ver cómo personas que han dado la talla, caen en la inseguridad en sí mismos y en la infravaloración cuando las circunstancias les golpean. Qué difícil es mantener el ánimo en situaciones así.

Por ellos va este cuento.

Las personas cometemos errores, pero somos capaces de crear historias y nos deberíamos valorar no por errores o aciertos, sino por las historias que hemos sido capaces de crear.

EL MENSAJERO DE LOS DIOSES (Jaime Ros Felip, 2013)

Un joven enviado de los dioses recorría el bosque negando enfadado con la cabeza. Levantaba hojas del suelo, revisaba raíces, comprobaba el suelo fangoso donde se apoyaban los cantos rodados del río,… No le gustaba lo que veía, ¡y no había hecho más que empezar!

Le enviaron a revisar el estado de la tierra para comprobar que todo ocupaba el lugar que debía y que no había errores en la belleza que ellos habían creado. Su papel era importante y no podía fallar. Era el mensajero de los dioses, alguien destacado, tocado por la magia de un puesto tan codiciado. Debía ser exigente, no permitir un solo error y exigir a todos una obediencia completa hacia sus creadores.

Recorrió varios paisajes hasta llegar al bosque. Estaba enfadado, no podía comprender cómo se podía ser tan poco cuidadoso. A cada paso encontraba errores, imperfecciones, incluso podredumbre y nidos de bichos asquerosos que se removían asustados cada vez que él levantaba una piedra en la orilla del río. Era imperdonable. El bosque debía ser castigado. No merecía ocupar ese lugar. Otro sería quien se encargara de cumplir con el compromiso con los dioses de manera digna.

El alma del bosque dobló la rodilla ante el mensajero y no pudo decir palabra ya que la mano del enviado se levantó haciéndole callar. Le repasó todos sus errores, le reprochó su mal hacer, le explicó que no merecía ser bosque y mucho menos haber tenido la oportunidad de crear un paisaje. La confianza que habían depositado en él había sido pisoteada sin ningún remordimiento. El bosque estaba lleno de suciedad, de desorden, de putrefacción…

Lo llevó ante los dioses y, en su presencia, explicó todo lo que vio mientras el alma del bosque se empequeñecía sintiendo una culpabilidad que al principio no compartía; pero que fue asumiendo ante la seguridad que transmitía el mensajero.

Eso le provocaba un profundo dolor. Él quería ser bosque y sin embargo, los hechos que el enviado presentaba ante los dioses, demostraban, sin fisura alguna, que no servía para ello.

Finalizada la exposición del mensajero, uno de los dioses preguntó al alma del bosque cuál era su opinión. No hubo respuesta, el alma estaba dolorosamente arrepentida de sí misma. Se sentía mal, quería morir, no merecía la oportunidad que le habían dado.

Fue entonces cuando con un gesto de la mano, el dios hizo aparecer una imagen que se expandió por toda la estancia mostrando el bosque iluminado por la luz del atardecer. La imagen era bella, muy bella y el mensajero se extrañó. ¿Qué pretendía el dios? Él sabía que tras esa visión, se escondía la suciedad, el desorden y la podredumbre que él mismo había presenciado.

La mano del dios siguió dibujando en el aire y aparecieron imágenes del invierno, del otoño, de los pájaros moviéndose entre las ramas de los árboles, de las turbulentas aguas del río salpicando las orillas en una sucesión de cascadas, de las copas de los árboles acariciando las estrellas de la noche, de vientos sacudiendo con fuerza los lindes del bosque,… Las imágenes tenían fuerza, tenían belleza, tenían vida.

El dios alzó su voz y la dirigió al alma del bosque:

  • Tu belleza nace de lo que eres y sabes ser. No dudes de ti mismo aunque te muestren lo que de ti no es bello. Para crear un paisaje hay que comprometerse con el ciclo de la vida y la muerte, hay que provocar orden a través del desorden y hay que estar ahí, queriendo y amando lo que haces.

Volvió a alzar su voz dirigiéndose esta vez, al mensajero:

  • La ignorancia es la semilla del daño, mensajero. El menosprecio es el veneno del alma. Incluso aquél que habiendo sido recto ayer, hoy se equivoca, tiene el derecho del reconocimiento de su pasado, de la razón de su desconcierto actual y de su capacidad ante el futuro.

12 comentarios en “El mensajero de los dioses

  1. Luis Castellano Aguaida

    Tienes mucha razón al decir ; » para crear un paisaje hay que comprometerse ..» , no estamos en este mundo por mera casualidad , tenemos un compromiso con nosotros mismos y con nuestro planeta , que es nuestro hogar . Por este motivo no podemos dejarnos doblegar por los errores , todo lo contrario , tomar fuerza de ello y seguir adelante

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  2. Carlos Hurtado

    Hay que ser asertivos, cuando nos encontramos a este tipo de «mensajeros». Debemos hacerles ver el error de sus decisiones…aunque nadie dijo que esto fuera fácil.

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  3. Paco

    Sin duda, somos seres puros que nos manchamos en el camino y, ya que nos manchamos solos, al menos lavemos que las manchas que nos llegan desde fuera. Para ello, tus escritos resultan reveladores, muchas gracias Jaime.

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