El trabajo en equipo tiene algo paradójico: todos lo valoramos, todos lo deseamos… y casi todos tropezamos con los mismos errores.
A veces no fallamos por falta de esfuerzo, sino por falsas creencias que, sin darnos cuenta, sabotean la cooperación.
Estas son las cinco trampas más frecuentes que he observado a lo largo de los años acompañando equipos de muy distinto tipo:
- Confundir armonía con confianza. Un equipo que nunca discute no es necesariamente un equipo sano. A menudo es un grupo que evita el conflicto por miedo a romper algo. La confianza no se demuestra en los momentos tranquilos, sino cuando hay que decir algo incómodo sin que se rompa el vínculo.
- Pensar que más comunicación es mejor comunicación. Reunirse mucho no garantiza entenderse. Hay equipos que hablan sin escucharse, que informan sin compartir, que rellenan espacios sin avanzar. Lo importante no es la cantidad de comunicación, sino la calidad del diálogo.
- Creer que la motivación individual basta para construir compromiso colectivo. Puedes tener a las personas más motivadas del mundo, pero si cada una persigue objetivos distintos, el conjunto se dispersa. La motivación impulsa; el propósito compartido alinea.
- Subestimar el impacto del entorno. Un equipo brillante puede apagarse en un contexto sin aire: falta de reconocimiento, control excesivo, o reglas difusas. La cooperación no depende solo de las personas, sino del ecosistema en el que actúan.
- Querer resultados inmediatos en dinámicas que requieren tiempo. La confianza, la interdependencia y el compromiso no aparecen por decreto. Requieren tiempo, coherencia y una cierta dosis de paciencia. Quien siembra colaboración y exige resultados al día siguiente, acaba cosechando frustración.
Estas trampas son humanas y universales.
Todos, en algún momento, caemos en alguna de ellas. Lo importante no es evitarlas siempre, sino reconocerlas a tiempo.
Porque la verdadera madurez de un equipo no se mide por su perfección, sino por su capacidad de aprender de sus tropiezos.
En la próxima reflexión hablaré de cómo medir lo invisible: cómo saber si un equipo está funcionando bien más allá de los resultados. Porque a veces, los mejores equipos no son los que más brillan… sino los que mejor se escuchan.

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