Reflexionar no sólo cuesta esfuerzo sino que ayuda!

Esto dice el Barquero: «Reflexiona y algo saldrás ganando». Demasiadas evidencias que se obstinan en demostrarnos que los mejores profesionales y personas destinan tiempo a revisar lo que hacen y cómo lo hacen. También dice: «Que tus ojos guíen tus pasos por lo que aprenden al verlos caminar».

“Detente un momento y reflexiona sobre ti, para encontrar oportunidades y detectar riesgos.”

Vamos tan deprisa que además de no encontrar o no buscar huecos en nuestro tiempo para reflexionar, si en algún momento los tenemos, nos da vértigo pensar en profundidad.

He encontrado, sin esperarlo, un contenido en las redes sociales que ha llamado mi atención.

Se trata de un gráfico construido con cuatro círculos que se entrecruzan y que trasladan una rápida reflexión sobre los entornos a los que nos enfrentamos todos diariamente y su relación con nuestros intereses y capacidades.

Lo que ha llamado mi atención no ha sido el diseño del gráfico, ni siquiera el mensaje que traslada. Lo que me ha alertado ha sido la propuesta que me lanza, el interrogante que se abre y que, con mi mentalidad de consultor, no he podido desatender.

Tras emborronar varias hojas, he abierto un PowerPoint y he puesto “en limpio” el resultado de mis reflexiones.

Si no tienes inconveniente, si dispones de un rato de tranquilidad, te invito a recorrer conmigo esa reflexión que probablemente tenga su complejidad, pero que si no me equivoco, puede servir para poner en evidencia temas interesantes.

Cualquier idea sencilla, ha tenido previamente un proceso de complejidad alto que ha permitido dotarla de sencillez.


Cuatro preguntas que se interrelacionan proponiéndonos un entorno de reflexión.

Es curioso cómo con pocos ingredientes se pueden crear escenarios tan complejos que ponen a prueba nuestra capacidad de interpretar.


Los cuatro círculos del gráfico que encontré tenían títulos que he transformado en las siguientes preguntas:

  • ¿Cuáles son mis fortalezas? Se trata de ser consciente de cuáles son en relación con los conocimientos, las habilidades y la capacidad de interpretación (“criterio”)
  • ¿Cuáles son mis áreas de interés? Relacionadas con aquello que en mayor o menor grado me preocupa por lo que me puede aportar o perjudicar.
  • ¿Qué me exige mi puesto de trabajo? Aquí entran las responsabilidades que tengo, las actividades que debo realizar, las interrelaciones que debo manejar, etc., por la posición que ocupo en mi organización.
  • ¿Qué demanda mi entorno social y familiar? No sólo se trata del rol que debo ejercer en estos entornos, sino también de las expectativas que se espera que yo sea capaz de atender.

No, no te alarmes, no pretendo que respondamos en profundidad a estas preguntas (algo que sería muy complejo de completar) sino que juguemos con ellas.

Y ¿cómo?

Vamos a suponer que cada una de ellas queda representada por un rectángulo que contiene el título de la pregunta y su explicación y que en su interior, podríamos poner todas las respuestas a la pregunta.

Por ejemplo, en la primera de ellas (“fortalezas”), podríamos incluir el conjunto de conocimientos que dominamos, las habilidades en las que tenemos una elevada destreza y el criterio que hemos adquirido a través de nuestra experiencia. (No te estoy invitando a a hacerlo ahora, por supuesto, sino a que imagines que lo hubieras hecho con ésta y con el resto de preguntas).

De esta forma, obtendremos cuatro rectángulos, uno por pregunta, que podríamos interrelacionar de forma que pudiéramos obtener una imagen en las que se representaran todas las conexiones posibles entre ellos.

¿De qué nos sirve esta imagen?

Por ejemplo, nos permite ver que hay fortalezas nuestras que tienen zonas comunes con el resto de factores y otras zonas no.

Esto nos sugiere la reflexión no sólo de cuáles pueden ser, sino también de cuáles son las oportunidades y riesgos derivados de ello. Siguiendo este ejemplo, si ninguna de nuestras fortalezas tuviera “conexión” con la exigencia de nuestro trabajo, ¡¡tendríamos un grave problema!!

Otra reflexión a la que nos invita la imagen, por ejemplo, es que si nuestro factor “áreas de interés” no tiene mucha zona en común con el factor “demandas de nuestro entorno social y familiar”, probablemente, deberíamos `hacérnoslo mirar´ urgentemente.


¿Qué pasaría si quisiéramos poner títulos a todas las zonas de la imagen?

Poner un nombre da significado a un conjunto de elementos aparentemente inconexos.


Debo reconocer que he tardado en encontrar nombres que creo que pueden servir, al menos en una primera aproximación, para caracterizar las distintas zonas de interrelación del gráfico. (Te invito a que quites los que yo he puesto y que intentes seleccionar aquellos que a ti te parezcan más adecuados. Es un ejercicio mental interesante porque te obliga a pensar en las interrelaciones que se producen, o que no se producen, entre los cuatro factores).

En la siguiente imagen, tienes el resultado de los minutos que he dedicado a pensar sobre ello. Con mayor o menor acierto, los títulos que he incorporado en el gráfico invitan también a seguir profundizando en el esquema.

Por ejemplo, cuando leo “intereses que no sé cómo atender”, puedo sentir un cierto escalofrío por reconocer que hay temas que me interesan que tengo aparcados por las razones que sea; la frase “capacidades que tengo y no utilizo”, me recuerda la infinidad de veces que he alertado a profesionales en sesiones formativas, del riesgo de no utilizar todo nuestro potencial para resolver aquello que es nuestra responsabilidad; si me enfrento a la frase “expectativas de otros que no atiendo”, puedo centrarme en aquello que esperan de mí y que no veo coherente o, al contrario, sufrir también un intenso escalofrío por lo que, especialmente, en mi familia, estoy dejando de lado. Una tras otra, las frases que intentan caracterizar cada una de las zonas del gráfico, me lanzan “alertas” quizá duras, pero sumamente interesantes.


¿Por qué poner colores diferentes en el gráfico?

Hay realidades evidentes que a simple vista pueden pasar desapercibidas.


No nos detengamos, sigamos sacándole provecho a la imagen. Este pensamiento ha sido consecuencia de haber seleccionado los títulos de cada zona del gráfico y de haberle dedicado pocos minutos de reflexión.  Seguro que podría analizar las agrupaciones que pueden deducirse del gráfico.

Otra vez mi mente de consultor se ha puesto en marcha (dicen que es una buena forma de complicarse la vida, pero pudiendo ser esto cierto, también lo es que si no te complicas la vida de vez en cuando, nunca llegarás a profundizar en ella, ¿no?) y han empezado a surgir grupos y más grupos, con consecuencias todos ellos. Comparto contigo algunos de ellos.

Relación de fortalezas con el resto de factores.

A primera vista, obtengo dos zonas diferenciadas: la verde (la denomino “A”) y la roja (la denomino “B”).

Esta última, la zona roja, agrupa todo aquello que puede ser demandado por mis intereses, por mi escenario profesional o por mi entorno familiar y social, para lo que no dispongo de habilidades, conocimientos o criterio suficiente.

¿Cómo podríamos denominarlo? ¿Zona de `desarrollo insuficiente de perfil ´? La zona verde la he dividido en dos partes. La que he llamado A2, sería, al contrario que la roja, la “Zona de desarrollo adecuado de perfil”, ya que contempla todo aquello que me demandan mis intereses y mi entorno laboral, social o familiar, para lo que estoy preparado. La llamada A1 se correspondería con el conjunto de conocimientos, habilidades y criterios que en el momento actual, por la razón que sea, no son demandados por ningún escenario. Aventurando un nombre para esta zona, podríamos utilizar inicialmente “Zona de reserva de perfil”, ¿por qué no?

Relación de intereses con el resto de factores.

De la misma forma que antes, obtengo dos zonas, una roja (se corresponde con lo que no me interesa) y una verde (se corresponde con lo que realmente me interesa), pero en esta ocasión (quizá porque me he animado a hacerlo), he subdividido cada una en dos:

La zona A1 integra todas aquellos intereses para los que cuento con un perfil suficiente, sería una “Zona de Valor”.

En cambio, la A2, se corresponde con aquellos intereses que no puede atender debidamente por no disponer de un perfil suficiente. ¿La llamamos “Zona de riesgo de frustración”?

La zona B1, se corresponde con la A1 del gráfico anterior, es decir, la “Zona de reserva de perfil”.

Relación de la demanda familiar y social con el resto de factores.

Existe una zona verde de “Demanda familiar y social que se pretende atender” que, a su vez, se divide en la que atendemos adecuadamente pues disponemos de perfil para ello (A1) y la que no es así ya que no tenemos conocimientos, habilidades y/o criterio para ello (A2).

La zona roja, que podríamos llamar “Zona de riesgo de ruptura”, se corresponde con aquellas expectativas que el entorno social y/o familiar tiene con nosotros y que no atendemos porque no están dentro de nuestros intereses.

Relación de la exigencia profesional con el resto de factores.

En el último gráfico que comparto contigo, la zona verde se corresponde con la “Demanda profesional que se pretende atender”, en la que puedo estar actuando de forma eficiente por disponer de suficientes conocimientos, habilidades y criterios (A1) o de forma ineficiente por tener un perfil insuficiente para ello (A2).

La zona roja, una posible “Zona de riesgo profesional”, queda claramente relacionada con lo que mi escenario profesional me está pidiendo y que yo no atiendo ya que, por la razón que sea, no forma parte de mis intereses.

No deja de ser una forma más de intentar hacer comprender a quien lo precise, cuál es su situación actual y cuáles los riesgos y oportunidades que tiene derivados de esa situación. (Un buen amigo decía con frecuencia: “Ábrele los ojos y él mismo se moverá porque entonces, entenderá lo que tiene a su alrededor”)


Y ahora, ¿qué?

Todo esfuerzo de reflexión debiera provocar consecuencias de algún tipo, ya sean dirigidas a consolidar lo que hoy está ocurriendo, a introducir modificaciones o a cambiarlo radicalmente.


¿Qué aplicación tiene todo esto?

Hasta aquí, aporta una reflexión de mayor o menor interés según seamos cada uno y las circunstancias en las que nos encontremos. Pero, la mentalidad “consultor” no podía quedarse quieta y siguió su curso para buscar una solución que pueda dar valor y que evite la percepción de complejidad. Para ello, vuelve a recorrer el trabajo hecho y le añade nuevos elementos:

  • ¿Cómo llamar a este gráfico? ¿Desarrollo y mejora según exigencias?
  • ¿Mantenemos el título y definición de los cuatro factores?
  • ¿Es válido el gráfico de rectángulos para ofrecer una visión intuitiva?
  • ¿Qué frases deberían bautizar cada una de sus áreas de interconexión?
  • ¿Cuáles son las zonas de agrupación más importantes y cuál debe ser su nombre?
  • ¿Qué alertas deben asociarse a cada área y zona de agrupación?
  • ¿Qué recomendaciones, estrategias, técnicas debieran proponerse en ellas?
  • ¿Cómo convertir este gráfico en un modelo de análisis de situación?,….

Pero esto es ya harina de otro costal en lo que no entraré por aquello de proteger la propiedad intelectual de mi empresa. Pero estoy convencido que con lo dicho, ¡¡hay suficiente como para sacar buenas conclusiones!!

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