Cada día es una oportunidad. Alguno de ellos te sorprende.
Un martes, lejos de tu casa, a casi 400 km, en Ponferrada. Inicias una sesión que te atrae. No es la primera ocasión en la que estás con profesionales de ese sector. Algo más de 20 personas que sostienen diariamente su vocación de enseñar en un entorno complejo, difícil, seguro que mal pagado. La formación profesional.
Tú estás al frente de la sala. Tu compromiso, aportarles estrategias, técnicas, alternativas para fortalecer su capacidad de influir en los alumnos. La comunicación al servicio del aprendizaje. Cuando les ves esperando a que inicies, tu compromiso se te antoja cuestionable. Si alguien sabe lo difícil que es convertir la comunicación en herramienta de influencia y de aprendizaje, son ellos.
Te empleas a fondo. Desde el primer segundo. Tu responsabilidad te lo exige y ellos se lo merecen. Ves algún que otro gesto de escepticismo al inicio que se va transformando en interés a medida que avanza la mañana. Ellos se entregan, participan, opinan, se desnudan de prejuicios y demuestran estar dispuestos a experimentar. Sientes que su actitud nace de una convicción, de una experiencia vocacional acumulada, de mucho caer y volver a levantarse.
No te lo ponen fácil. Su exigencia se convierte en tu exigencia. Aportas, sorteas dudas, resuelves inquietudes, ofreces tu valoración al qué y al cómo de varios de ellos, compartes opiniones, demuestras técnicas experimentándolas con ellos, sugieres alternativas, escuchas experiencias. Te sientes incluso feliz de ver cómo evolucionan como grupo, de cómo se implican individualmente. Cada uno muy diferente de los otros y todos iguales entre sí.
Llega el momento de dar el cierre. Lo provocas como sueles hacerlo siempre, pero en esta ocasión, sientes que tu preparación se envuelve en una intensa emoción construida con cada minuto de esta jornada. Tus últimas palabras provocan un cálido aplauso al que sumas el tuyo, consciente de que son ellos los que merecen ese reconocimiento.
Recoges mientras intentas no pensar en los kilómetros que te quedan para llegar a tu casa. Llueve. Será un viaje largo. Pero mientras recorres el camino de noche, un pensamiento destaca en tu cabeza.
¿Has sido maestro o aprendiz?
Al escribir esto, soy consciente de que lo hago para compartir mi respeto y enhorabuena por vosotros, los profesores de formación profesional que seguís demostrando que la vocación existe y que está por encima de muchas dificultades.
Ojalá haya sabido ser un pequeño maestro para vosotros.
Gracias a ti. Sabes perfectamente por qué. 🙂
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Gracias por compartir tus experiencias, de todas ellas saco reflexiones muy valiosas.
Para mí eres un referente y, sin duda alguna, un gran maestro.
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