Hace calor. Parece que el verano se resiste a abandonarnos. Vamos en el coche con el aire acondicionado mientras hablamos sobre el compromiso que uno de nosotros, tiene de elaborar los informes de servicio contratados con todos nuestros clientes.
- Tienes tarea – Dice el copiloto
- Sí, pero lo terminaré este fin de semana. ¡El lunes lo tendréis!
- No creo que te de tiempo, son muchos informes que debes revisar. ¿Con qué plazo te has comprometido?
- Dos semanas, pero voy a dar la sorpresa de terminarlo en cuatro días. ¡Tenemos que hacer que ocurran cosas! – Dice esto con el entusiasmo que siempre demuestra en sus comentarios.
- Es cierto que debemos hacer que ocurran cosas -comento mientras me cambio de carril para dejar pasar a un vehículo que viene a toda velocidad-, pero no te olvides de que esas cosas que hacemos que ocurran, están para condicionar consecuencias. -Observo a través del retrovisor que me mira con gesto de duda- Me refiero -le aclaro- a que todo lo que hagas tiene que servir para algo.
- Hombre, claro. -Responde convencido- Con esto todos tendréis los datos comerciales claros, las exigencias de servicio, las expectativas de volumen y de margen,…
- La consecuencia es que debe ayudar a la toma de decisiones de otros.
- ¡Eso es! -Contesta entusiasmado- Si nuestro trabajo no ayuda a los demás, ¿de qué sirve?
El sonido de la radio cambia y, como ya estamos acostumbrados, la voz del Barquero nos llega con claridad.
Hacer que ocurran cosas y Provocar consecuencias con ello. Dos piezas fundamentales en el qué hacer de cualquier profesional. Pero me falta algo.
- ¿El qué? -Pregunta nuestro compañero.
Algo que garantice que lo primero sea realmente causa de lo segundo. Un profesional aporta al puesto no por hacer que ocurran cosas, sino por mover consecuencias de valor a través de esas cosas que hace que ocurran. Hay mucho profesional en las empresas que hacen mucho y consiguen poco.
- Venga, -anima el copiloto-, «hacer que ocurran cosas», «provocar consecuencias»,¿cuál es el tercer elemento?
- ¿Criterio? -Responde con cierta inseguridad.
- ¡Correcto! -Digo animado.
Así es. El criterio, a lo que llamamos coloquialmente «sentido común», es esencial para conectar lo que ocurre con sus consecuencias. Una persona que añade este tercer elemento, hace una interpretación adecuada de las situaciones a las que se enfrenta tanto por lo que ocurre o debiera ocurrir en ellas, como por las consecuencias que se derivan en relación con la estrategia, cultura y objetivos de la empresa. Actúa así teniendo en cuenta la realidad, la viabilidad de intervenir en ella, su responsabilidad y el valor que debe/puede aportar con lo que haga que ocurra.
- «Hacer que ocurran cosas», «manejar el criterio adecuado para intervenir», «garantizar consecuencias de valor» -Enumera nuestro compañero- ¿Es así?
- ¡¡Correcto!! -Decimos el copiloto y yo a la vez.
Fácil de decir y difícil de aplicar. ¡¡Sólo lo consiguen los buenos!!
Gracias José Miguel.
Suelo decir que «faltan referencias que nos ayuden a orientar nuestras capacidades hacia esfuerzos adecuados». Sí creo que hay muchas personas que, hoy en día, están siendo referencia de otros; pero también es cierto que hay tanto ruido e inmediatez que hacen que mucha gente pierda el norte.
Un abrazo
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Una vez mas, cuánta razón tienes en todo lo que escribes……el criterio, por desgracia, es un bien cada vez más escaso, lo cual nos debería hacer reflexionar en qué momento hemos fallado en la formación de las nuevas generaciones.
Y es uno de los parámetros que va a diferenciar a un empleado, profesional, o directivo de otros, es justamente ese criterio para poder decidir qué hacer, cuando hacerlo, y cómo hacerlo….hoy en dia solo con la diferenciación podemos dar un valor añadido en nuestro trabajo, sea el que sea…..
Donde se enseña hoy en dia a la gente a ser eficaz y eficiente?
Una vez mas, felicidades por tu visión de la realidad!!!
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