El impacto de una frase si le dedicas unos minutos.
En mi actividad profesional echo mano de cuentos y frases para provocar la reflexión en quienes, por suerte o desgracia, participan conmigo de reuniones y de sesiones formativas.
Con frecuencia, el efecto supera con creces lo previsto, siempre y cuando la frase esté bien colocada y provoques la reflexión oportuna.
Hace unos días, fue otro quien me provocó a mí con una frase que no conocía. La reflexión vino más tarde y fue madurando. Hoy la comparto contigo.
«No maldigas a la rosa por tener espinas, bendice a las espinas por tener rosas.»
En cuanto la escuché, percibí que no sólo era una frase bien traída, sino que también merecía destinarle algo de tiempo. De hecho, inmediatamente vinieron a mi cabeza experiencias personales y profesionales recientes en las que de alguna manera, esas palabras aportaban valor.
¿Cómo reaccionamos ante las oportunidades y riesgos que se nos presentan a diario?
Voy a utilizar esta frase para ver qué tipo de respuestas sugiere:
- «Sólo veo la rosa» – ¡Qué bonito es soñar! y ¡qué duro encontrarse después con la realidad! Hay quienes se guían por la oportunidad sin darse cuenta de que detrás de ella vendrán problemas y dificultades que si no las tiene en cuenta, podrán romper el sueño como si se tratara de una burbuja de jabón.
- «Sólo veo las espinas» – ¡Qué duro debe ser vivir así! Quien no es capaz de encontrar algo bueno a las dificultades, está empujándose a sí mismo hacia una historia de depresión o, como poco, perdiendo oportunidades que pueden ser importantes para él.
- «Maldigo a la rosa por sus espinas» – Es cierto que se nos presentan oportunidades que dejan de serlo porque las consecuencias no son asumibles; pero también lo es que hay personas que abandonan una oportunidad por no atreverse a luchar por ella. También los hay que, tras el esfuerzo, se niegan a sí mismos la satisfacción de haber obtenido algo de valor por poner su atención sólo en la dificultad.
- «Bendigo a la espina por tener rosas» – Es buena filosofía, aunque reconozco que cuesta. Son muchas las situaciones en las que es difícil encontrar valor. Pero casi siempre existe algo bueno detrás de las dificultades y es muy sano saber verlo o, al menos, intentarlo. Además, quien vive con esta actitud, demuestra ser una persona que sabe arriesgarse, que es consciente de la realidad y que no teme enfrentarse a ella.
Quizá habría que incluir a los que «ni ven la rosa ni las espinas«, pero…, ¡me cuesta imaginarlos!
Gracias a ti Jaime por ayudar a darnos criterio (como a ti te gusta decir) con tus análisis/diagnósticos sobre las situaciones y comportamientos que nos encontramos en el día a día. Me encanta tu blog, especialmente tus reflexiones y cuentos. Un abrazo.
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Hola Miguel Angel.
Creo que tienes razón y la «dificultad» de imaginarlo que comenté, quizá viene derivada de un cierto «rechazo» a hacerlo en el momento en el que escribí el contenido. Es probable que este entorno tan cortoplacista ayude a que personas que ya están previamente predispuestas a este tipo de comportamiento, lo expresen de forma clara e incluso sintiéndose justificados. Ese «prototipo anestesiado» del que hablas y que se corresponde con ser incapaz de ver «rosas o espinas», es cierto que aflora en el tipo de sociedad que vivimos y en el momento particular de su historia actual. Pero lo que, al menos a mí, preocupa es qué ha ocurrido previamente para que exista esa elevada predisposición a la «anestesia».
Un abrazo y gracias
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Jaime, con relación a la última clasificación ni/ni, yo no diría que es difícil de imaginar, mas bien todo lo contrario. Cada vez abunda más el prototipo anestesiado que como un motor diésel ni disfruta ni padece hasta que un día hace catacrac. Va todo tan rápido que no tienen tiempo ni de pensar. Velocidad de crucero alta en un mundo muy exigente en una sociedad mecanizada al servicio del consumo depredador. ¿Cómo lo ves tú, Jaime?
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