¡No sólo soy yo quien intento manipularte, tú también lo pretendes!

Hay quienes se escandalizan cuando se enfrentan a este comentario. Piensan que manipular es de «mala gente» y lo rechazan sin darle más vueltas. ¡Qué error! Todos vivimos en un mundo de relaciones personales, familiares, sociales y/o profesionales, en el que buscamos a través de las relaciones con los demás, conseguir alcanzar determinadas metas, ya sean éstas beneficiosas sólo para mí, sólo para los demás o para ambos.

Discutíamos sobre esto en un proyecto con «líderes de equipos» y el grupo llegaba a varias conclusiones:

• Todos intentamos manipular a los demás consciente y/o inconscientemente. Es algo que va implícito en nuestras necesidades y responsabilidad como personas.
• Esa intención no nos hace ni buenos ni malos. La calificación de bueno o malo dependerá de qué pretendemos conseguir con la manipulación y los medios que usamos para hacerlo.
• Si tenemos responsabilidad sobre otros (familiar, social o laboral), no sólo es necesario que manipulemos, sino que es un deber al que no podemos ni debemos renunciar.
• No basta con asumir ese deber ni con ponerlo en práctica. ¡¡Somos responsables de ser expertos manipuladores de los demás!!
• Además, ser conscientes de que no sólo somos nosotros quienes actuamos así sino que los que nos rodean también intentan manipularnos consciente o inconscientemente, es una alerta necesaria para evitarnos problemas y para aprovechar oportunidades.

Como decía uno de los que participaban en el proyecto:

• No sé si estas conclusiones me dejan demasiado tranquilo