En tu plan de acción, define el resultado, dibuja el hoy, ordena la actividad y, por supuesto, ¡hazlo realidad!

Dicen, y con razón, que las mejores ideas no hay que buscarlas en ese conjunto de ideas que somos capaces de tener, sino en las que llevamos realmente a la realidad.

Buscando un símbolo utilizado con frecuencia para representar una idea, la bombilla, las mejores ideas son las que conseguimos encender y que por lo tanto, “ven la luz” y no permanecen apagadas en el cajón de las buenas intenciones.

Un buen amigo mío decía que las ideas son como los buzones de reclamaciones de las empresas e incluso como los buzones de innovación que ponen en marcha algunas organizaciones. Se llenan de quejas o propuestas según el tipo de buzón, y la mayor parte de ellas se quedan ahí formando parte de una larga lista de iniciativas que no han visto ni verán la luz.

Quizá por eso sea interesante unir a la bombilla el casquillo y el cable que debe conectarla a la corriente.

Quizá de esta forma, cuando uno logra dibujar una idea en su cabeza, no sólo pensará en lo buena que es por lo ocurrente e interesante, sino que también se planteará si es buena por haberle añadido ese hilo conductor hacia la realidad ya sea porque uno mismo se responsabiliza de convertirla en algo que ha ocurrido o por comprometer a otros en esa tarea.

De hecho, hay quienes piensan que no hay que destinar tanto esfuerzo a crear nuevas ideas porque siempre encontraremos a alguien que ya las haya concebido. Los que piensan esto, consideran que el esfuerzo debiera destinarse a encontrar las ideas que otros han tenido, a valorar su viabilidad y potencial eficacia y a trazar el camino que pueda llevarlas a la realidad.

Si esto es así, tenemos muchos baúles repletos de ideas como base de trabajo, y con gran probabilidad, en esos baúles (o buzones) habremos sido nosotros también los que hemos colaborado en algún momento a llenarlos.