¿Quién de nosotros ha cumplido?

CuencosEn el 2009, por circunstancias que aquí no tienen mayor interés, se me ocurrió actualizar alguna de las parábolas que todos conocemos desde pequeños y el resultado fue lo que comparto con vosotros hoy.

Es un poco más largo de lo habitual; pero me ha parecido importante conservar su redacción inicial.

¿QUIÉN DE NOSOTROS HA CUMPLIDO? (Jaime Ros Felip, 2009)

Miguel tomó asiento en el extremo de la mesa. Los profesionales que formaban su equipo estaban sentados cada uno en su lugar, esperando el inicio de la reunión. Año tras año, repetían ese ritual a finales de diciembre, unos días antes de Navidad. Se trataba de `hacer balance´, de echar la vista atrás y revisar lo hecho por todos y cada uno ellos. Analizaban resultados, aportaciones profesionales, incidencias, problemas resueltos,…

Aquél era un día especial para el que se preparaban concienzudamente durante semanas. A ninguno le gustaba quedar en evidencia ni perder la oportunidad de defender lo que había aportado a lo largo de los doce largos meses del año.

Carpetas de diferentes colores, blocs con anotaciones, documentos, informes,… Los papeles esperaban impacientes encima de la antigua mesa de caoba, herencia de anteriores dueños del inmueble donde años atrás decidió ubicar la empresa su sede social. En el momento en que Miguel tomó asiento todos guardaron silencio respetando su derecho como jefe a ser quien diera las claves de inicio de la reunión.

Aquel día salió Jesús de casa
y se sentó a la orilla del mar.

  • Buenos días a todos. Como bien sabéis, nuestro objetivo de hoy es realizar un balance de todo lo ocurrido durante el año. – Sacó algunas carpetas de su portafolio y las dejó suavemente encima de la mesa – Ya he tenido la ocasión de reunirme individualmente con cada uno de vosotros y hoy es el momento de ver en qué hemos acertado y en qué nos hemos equivocado. – Dejó que un prolongado silencio garantizara que todos ellos escucharan con claridad lo que les debía transmitir – No puedo decir que esté satisfecho por vuestro trabajo durante este año. – El silencio se hizo más profundo y la mayor parte de las miradas se refugiaron en los papeles que cada uno tenía delante – No, no puedo. Cada uno de vosotros ha tenido la oportunidad de profundizar en los detalles que me llevan a trasladaros esta opinión. – Recorrió con los ojos el semblante de todos. Algunos le miraban directamente y otros rehuían su mirada – Hace casi doce meses, en enero, nos planteamos la necesidad de hacer un esfuerzo para poder sacar nuestro trabajo adelante, para poder contribuir con nuestros resultados a lo que la empresa espera de nosotros. Nuestra primera reunión del año fue intensa porque sabíamos que no iba a ser sencillo. Todos participamos y nos comprometimos en algo que entonces, consideramos importante.

Cuencos3Era cierto, en enero tenían los datos necesarios para saber que iban a sufrir, que resultaría complicado conseguir llegar a los objetivos de este año. Los resultados del anterior ejercicio fueron insatisfactorios, los indicadores económicos aventuraban un futuro a corto plazo de recortes presupuestarios y de mayor dificultad para conseguir negocio, uno de los mejores profesionales del equipo se había jubilado en el pasado mes de diciembre y no parecía probable que su puesto vacante volviera a cubrirse,… Un inicio difícil para un año complejo.

  • Fuimos conscientes de que debíamos arrimar el hombro, de que debíamos conseguir salvar nuestro trabajo y por eso nos reunimos en enero, para definir cómo nuestro equipo podría salir adelante. – Recordaban perfectamente aquella reunión de inicio de año. Fueron casi cinco horas en las que todo el equipo estuvo discutiendo sobre las previsiones, los objetivos, las tareas y actividades que debían realizar. – Creo que ninguno de vosotros ha olvidado las conclusiones a las que llegamos. Sabíamos que no iba a ser un año fácil y por eso decidimos establecer un acuerdo entre nosotros que nos ayudara a superarlo. ¿Lo recordáis? – Sí, claro que lo recordaban, incluso al finalizar aquella reunión uno de ellos, Roberto, el más junior del equipo, recogió las conclusiones y las imprimió en pequeñas tarjetas que entregó a sus compañeros para asegurarse de que a nadie se le olvidara – Sí, claro que os acordáis, incluso veo que en alguna de vuestras agendas asoma la tarjeta de conclusiones – señaló con el dedo los papeles de algunos de ellos -. Pues hoy lamento tener que decir que varios de vosotros habéis demostrado que los problemas de un equipo no están siempre fuera, en el mercado, en la crisis. Habéis demostrado que el principal problema de un equipo, de este equipo, somos nosotros mismos. Y cuando en un equipo alguien falla, la cadena puede romperse y el equipo corre el riesgo de caer. – De nuevo, se sirvió de un largo silencio para dar más valor a sus próximas palabras – Este equipo no ha caído. Ha sido capaz de superar el reto que tenía por delante. Pero si no ha caído ha sido por el sobreesfuerzo que algunos de nosotros hemos tenido que realizar ante la falta de respuesta de parte del equipo.

A quienes estaba aludiendo lo sabían. En las reuniones individuales previas, Miguel había sido muy claro, les había diseccionado su trabajo anual sin rodeos, destacando lo bueno y lo malo, analizando e interpretando resultados, actividades y actitudes. Ahora debían compartir entre todos a grandes rasgos, las conclusiones de esas reuniones individuales. Lo compartirían aunque costara y fuera un mal trago para algunos. Constituían un equipo y por ello, debía conseguir que todos conocieran la realidad y participaran con sus propias opiniones.

Se reunió junto a él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla.

  • ¿Quién de vosotros puede recordarnos las conclusiones a las que llegamos en aquella reunión? – Nadie respondió, pero Miguel mantuvo su silencio impasible, esperando. Por fin, Blanca se aclaró la garganta y rompió el tenso silencio.
  • Lo pone en las tarjetas, Miguel. Dijimos que si queríamos superar este año no sólo debíamos tener claro qué objetivos eran nuestro reto y cuáles las actividades que debíamos realizar para llegar a ellos. Aunque lo trabajamos con profundidad, concluimos que con ello no bastaba. Era necesario establecer la `norma del equipo´ para este año, es decir, cómo habríamos que actuar, cómo debíamos movernos tanto individualmente y como grupo.
  • Así es. Sabíamos que con hacer no bastaba, que con hacer bien tampoco. Necesitábamos sumar esfuerzos, sacar el máximo del equipo. A eso llamamos `norma del equipo´ y eso es lo que Roberto trasladó a estas pequeñas cartulinas que bautizamos entonces como `tarjeta de conclusiones´ y que casi todos guardáis en vuestras agendas personales. – Dijo esto mientras mostraba una de esas cartulinas sujeta entre índice y pulgar de su mano derecha – Recuérdanos algunos de los puntos de esa norma por favor, Blanca.
  • Dijimos que para sacar el máximo del equipo, tal y como dices, para hacernos fuertes como equipo, debíamos garantizar que todos y cada uno de nosotros trabajara bajo algunos criterios. – Blanca tomó la tarjeta con su mano -. Debíamos convertir la `tenacidad´, la perseverancia en la forma de respuesta habitual, debíamos cooperar entre nosotros buscando la máxima `sinergia´ posible entre las diferentes responsabilidades que tenemos cada uno, debíamos esforzarnos por mantener a salvo la `confianza´ en nuestra capacidad de llegar, promover y alimentar la `ilusión´ por el reto que teníamos por delante,… La lista llega hasta diez palabras que integran la `norma del equipo´ que todos pactamos entonces.
  • Diez palabras – repitió Miguel – ¿Eran sólo palabras? ¿Qué importancia tenían para nosotros?
  • En realidad, éramos conscientes de que teníamos que hacer algo para evitar el riesgo que se preveía para este año. – María tomó la palabra – Por eso, coincidimos en que si éramos capaces de trabajar de verdad como un equipo cohesionado, tendríamos muchas más posibilidades de conseguirlo. Las diez palabras de la tarjeta resumen las conclusiones a las que llegamos.
  • Fue nuestro compromiso – Apuntó Almudena desde el extremo opuesto de la mesa -. Ese día acordamos todos que esta `norma´ debía ser nuestro compromiso individual con nosotros mismos y nuestro compromiso grupal con el resto del equipo.

Cuencos2Sí, pensó Miguel, así fue. Recordaba con claridad la ilusión que mostraron todos por trabajar con aquellas normas, con aquel espíritu de equipo. Bueno, casi todos. Hubo alguien que aunque mostró ilusión, sus convicciones eran otras.

Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar.

  • Así fue. – Afirmó – Ahora decidme, ¿qué ha ocurrido en estos meses?, ¿hemos hecho lo que dijimos que íbamos a hacer?

Algunos se sintieron molestos, eran conscientes de que Miguel entraría de lleno en algunos de los temas que se trataron de forma individual y eso no les gustaba. Julián se sentía así, muy molesto. Sus pensamientos estaban rememorando la reunión de inicio de año. Cinco horas de arduo trabajo en las que abordaron temas interesantes, imprescindibles: los objetivos, la situación de partida, los medios con que contaban, las responsabilidades de cada uno,… Pero al final, en las últimas dos horas, las que dieron lugar a la tan citada `norma del equipo´, se produjo algo parecido a un arrebato emocional del equipo. Las dificultades que se preveían para conseguir el reto de ese año llevaron al equipo a formular alternativas para sacar más rendimiento del grupo y estas alternativas empezaron a dibujarse con contenidos teóricos y de relación interna del equipo que produjeron ese arrebato emocional. A él le pareció ridículo. A su juicio, un equipo debía centrarse en lo real, en lo tangible, en los resultados y responsabilidades y no perder tiempo en si debían tratarse con cariño o darse la mano para no perderse en el bosque. Pero dado que en aquella ocasión todos se mostraban tan interesados en el `arrebato emocional´, para evitar enfrentamientos, se sumó a la emoción del grupo fingiendo sentirse igual que ellos. No iba a ser él quien generara tensiones desde el inicio del año.

Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron.

  • Miguel – Julián decidió intervenir –, la reunión de enero estuvo bien, es verdad. Trabajamos duro y ajustamos muchos puntos importantes del año. Pero tenemos que reconocer que hay veces que nos perdemos en cosas que no son las fundamentales. Quizá habríamos hecho mejor profundizando en tareas y actividades en aquella ocasión, que perdernos en la teoría de `cómo-conseguir-que-el-equipo-sea-feliz´. Pienso que fue una pérdida de tiempo y, a mi juicio, un hacer peligroso que nos confundió y desvió nuestra línea de esfuerzo.
  • ¿Por qué no nos dijiste esto mismo en aquel momento y has tenido que esperar hasta ahora para hacerlo? – Almudena se interpuso en la conversación.
  • Porque se os veía muy felices y no tenía intención de romper ese momento mágico – Julián sonrió y levantó las manos en un gesto de sumisión.
  • No te interesaba en absoluto lo que estábamos hablando – Afirmó Almudena.
  • Siendo sincero, no. Creo que fue un momento de cuento de hadas y los cuentos de hadas no funcionan en la realidad que vivimos, Almudena, nos confunden, nos obligan a gastar energías en algo que no es clave, que hace perder el tiempo a todos.
  • ¡Qué equivocado estás!
  • No creo. La realidad era muy clara, Almudena: Crisis, ejercicio previo nefasto, problemas organizativos internos,… ¿Qué más quieres? ¡Esa era la realidad! ¡A eso era a lo que debíamos destinar tiempo y dejarnos de pamplinas!
  • Precisamente es lo que has hecho durante estos meses, Julián, `dejarte de pamplinas´. – Miguel intervino – Y al `dejarte de pamplinas´, has decidido trabajar por tu cuenta, sin demorarte ni un segundo en lo que podían precisar tus compañeros, en hacer lo tuyo y ni preocuparte por lo del resto, en convertir las dificultades del mercado en la única realidad de este equipo consiguiendo así dificultar el esfuerzo y la ilusión de otros, en no aportar una sola idea que pudiera ser útil…, ¿sigo?
  • Pero, ¿qué esperas de mí?, ¿qué esperas de nosotros? – Julián levantó el tono de la voz – ¿Quieres que seamos `hermanitas de la caridad´?
  • No, Julián. Parece mentira que con tu experiencia no seas capaz de darte cuenta. Lo que pretendo de todos vosotros es que ayudéis a llegar a objetivos, a resolver problemas, a mantener la confianza del equipo… Quiero resultados, esa es mi obligación, la de tus compañeros y la tuya. Y para conseguir resultados, el equipo debe trabajar respetando algo fundamental: somos un equipo y los errores y aciertos de cara a la empresa, son de todos. Pero tú no lo ves porque o no tienes capacidad de verlo o por temor a enfrentarte a algo que te obliga a darte como profesional y como persona. – Miguel hablaba con tranquilidad, con una fría y dura tranquilidad – Gracias a tu ceguera profesional, este equipo ha perdido parte de su oportunidad, Julián. Te aseguro que tú también has perdido la tuya.

Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. 

Este comentario provocó un profundo silencio. El malestar se percibía con intensidad. Roberto, el `junior´ del equipo, se revolvía en su asiento sin saber cómo actuar. El hubiera querido resolver todo esto sin llegar al extremo de tener que oír palabras tan duras. Estaba de acuerdo con que Julián era alguien muy particular, iba a lo suyo, no compartía, no le interesaban los demás. Sí, su compañero era así. Pero él no. A él le preocupaba el resto del equipo y lo demostró al menos, al principio. En el primer trimestre del año, después de aquella reunión, él fue el que más ilusión puso en lo que hacía, fue el que reprodujo el compromiso del grupo en las tarjetas de conclusiones y se las entregó a Miguel para que las distribuyera. Su jefe le felicitó por su iniciativa. Día a día intentaba motivarse, convencerse de que la `norma del equipo´ era la clave para llegar a buen puerto. Puso ganas, hablaba de ello con todos, incluso con su mujer a la vuelta del trabajo en muchas ocasiones. Pero no fue fácil. Al principio, Roberto pensó que podría conseguir actuar según la `norma´ e incluso hacerlo mejor que sus compañeros. Pero las semanas pasaban y poco a poco empezó a sentirse perdido. La ilusión del principio fue desapareciendo, la confianza se vino abajo, se le acabaron las iniciativas y empezó a percibir cómo él mismo se iba distanciando de su equipo y del compromiso de la reunión de inicios de año.

  • Miguel, perdona que te interrumpa, ¿te importa que haga un comentario? – Aunque se sabía el `junior´ del equipo y eso le provocaba cierto reparo a intervenir en las reuniones del equipo, se forzó a ello – Yo creo que lo que dijimos en nuestra reunión estaba muy bien y que no era un `cuento de hadas´ como dice Julián. Lo que ocurre es que al final terminas cansándote. Lo intentas, te lanzas con ilusión a ello, pero después te das cuenta de que no aguantas, de que te caes, de que no es tan fácil.
  • Lo sé, Roberto. Soy consciente de que no es fácil. Ni para ti, ni para tus compañeros y tampoco para mí. La exigencia del compromiso al que llegamos fue muy alta, no imposible pero muy alta.
  • A ti te encantó el tema, Roberto – María volvió a tomar la palabra –. Al día siguiente de la reunión, ya teníamos las tarjetas que habías preparado. Desde el principio te mostraste entusiasmado, eras como una moto de carreras. Ya te dije que frenaras un poco, que debías tener cierta prudencia, que no era tan sencillo, que no bastaba con ilusionarse, sino que debíamos ir convirtiendo la `norma´ en nuestro estilo de trabajo del año poco a poco, aprovechando y buscando oportunidades de hacerlo, no forzando en exceso.
  • Ya, recuerdo que me aconsejaste cosas como esa en aquellas primeras semanas. – Roberto se rascaba el lóbulo de la oreja derecha – A mí me pareció todo fenomenal al principio, pero después me di cuenta de que era imposible.
  • Si parte del equipo lo ha conseguido, Roberto, es porque no se trata de algo imposible. – Respondió María. – Además, no se trata de lo difícil que sea llevar a cabo el compromiso, sino de creer en él, de tener fe, de no dejar de sentirte convencido de que es el camino adecuado. Y si caes, te vuelves a levantar y sigues con ello.
  • Yo no sé hacer eso.
  • Claro que sabes hacerlo – dijo Miguel -, el problema es que dejaste de querer porque el esfuerzo que te supuso mantenerte convencido de ello fue muy alto, porque dirigiste tu esfuerzo hacia donde no debías y porque no te dejaste aconsejar o, mejor dicho, porque no supiste entender los consejos que personas como María, te ofrecían. Roberto, quizá se deba a que eres el integrante con menos experiencia del equipo, no estoy seguro, pero es necesario mantenerse firme en los compromisos y hacerlos fuertes enraizándolos en ese convencimiento y en ese apoyo que entre todos creamos internamente. Si no fortaleces tu base, tu fuerza se cae cuando aparece el mínimo contratiempo ya que la raíz de tu convicción se asienta sobre un terreno insuficiente.

Roberto se quedó pensativo, esas mismas palabras las había pronunciado su jefe durante la entrevista individual de la semana pasada. Alzó los ojos y vio enfrente de él a Manuel, quien escuchaba la conversación muy atento.

Manuel era uno de los integrantes con mayor experiencia del equipo. Se consideraba a sí mismo pieza fundamental del mismo. Mientras escuchaba, sus pensamientos corrían veloces ¡Qué razón tenían los que decían que un equipo cohesionado, sinérgico, tenaz, ilusionado, era un equipo fuerte y capaz! Claro que sí, pensaba, pero no siempre se podía hacer eso. La realidad se convertía con frecuencia en un dragón voraz que acababa barriendo sin piedad pretensiones y buenas intenciones como aquella. Manuel fue de los que, en enero, se sintió convencido de que el compromiso les ayudaría, pero más tarde, la realidad se impuso y demostró que no valía la pena seguir intentándolo.

Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron.

  • Pues yo creo que será por lo que sea, pero lo que decidimos hacer aunque fue bueno como planteamiento, era un sinsentido. – Comentó – Nos lanzamos a una aventura que no podía convertirse en realidad y que restaba capacidad de esfuerzo al equipo.
  • ¿Por qué? – Preguntó Blanca.
  • Por todo, Blanca. Porque no tenemos medios suficientes para trabajar como se debiera trabajar, porque el mercado nos está poniendo muchas pegas que hacen prácticamente imposible hacer algo en él, porque los resultados del año anterior han hecho que la dirección de esta empresa apueste menos por nosotros, porque como equipo seremos muy majos, pero nos falta experiencia, porque todo el mundo está preocupado con la crisis y no se atreve a tomar decisiones, porque ya no somos los mismos que éramos el año pasado,… ¿Quieres más razones?
  • Manuel – Blanca se encaró a él –, todo eso que dices es verdad, está ahí pero dime, ¿puedes tú cambiar el mercado?
  • No, claro que no.
  • Y eso ya lo sabías en nuestra reunión de enero, ¿no? Podremos aprovechar o no lo que El mercado da, pero no podemos cambiarlo, ¿no es así?
  • Claro.
  • Además, Manuel, ¿puedes decidir tú la estrategia de la dirección de esta compañía?
  • No, no es mi cometido.
  • Y tampoco lo era cuando tuvimos la reunión, ¿no?
  • Claro que no.
  • ¿No es cierto que no podemos cambiar la crisis o los medios que tenemos y que además, todo eso lo sabíamos entonces?
  • Claro que es cierto, pero no sé a dónde quieres llegar.
  • Es muy sencillo, Manuel – Blanca habló con seriedad -. El problema no es que tras nuestro compromiso surgieran cosas que nos lo dificultaran, porque precisamente eran las que motivaron que nos reuniéramos para poder buscar formas de salir adelante a pesar de ellas. El problema es que cuando te has tenido que enfrentar al día a día, a la dificultad de enfrentarte a todo eso, has decidido que era imposible y por eso has abandonado.
  • Estás siendo excesivamente dura conmigo, Blanca.
  • No lo creo. Desde el principio empezaste a decir que esto era difícil, que habían problemas, que esto, que aquello. Parecías el portavoz de las desdichas.
  • ¡Pero lo que decía era absolutamente cierto!
  • Nadie duda de eso, Manuel. – Miguel intervino – Esa realidad de la que siempre te has estado quejando es cierta, está ahí, para ti y para todos nosotros. La diferencia está en que tú lo has utilizado como justificación para echarte hacia atrás, mientras que otros lo han tenido en cuenta para saber dónde están las dificultades e intentar superarlas. Hay quien convierte las dificultades en justificación para no hacer, para abandonar su responsabilidad. Eso te ha ocurrido a ti, lo hablamos tú y yo hace unos días. Blanca tiene razón y lo sabes muy bien tú que acumulas mucha más experiencia que cualquiera de nosotros. Justificarse con las dificultades es empezar a morir como equipo. Y ten presente que siempre habrá alguien que haga aquello a lo que tú has renunciado por tener `claras y evidentes razones’ de que no se puede hacer.

De nuevo, el silencio se apoderó de la sala. Los pensamientos hervían sin voz alrededor de las palabras que se acababan de cruzar entre ellos. Encima de la mesa, una de las tarjetas de conclusiones con la `norma del equipo´ parecía presidir estos pensamientos. Miguel la señaló con la mano.

Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta.

  • Me lo habéis oído decir en muchas ocasiones. El mejor profesional no es el que más sabe, ni el que más habilidades tiene, ni siquiera el que mayor experiencia aporta. El mejor es el que convierte todo eso, conocimiento, habilidades y experiencia, en herramientas al servicio de una actitud valiente y entregada. El valor de un profesional se mide por la suma del valor de cada uno de sus valores. Y para que éstos tenga vida real en el día a día del profesional, deben trabajarse, hacer crecer, confiar en ellos, no sustraer esfuerzo. Un profesional debe convertir sus valores en fuente de riqueza para el equipo. Ese fue nuestro compromiso, nuestra `norma de equipo´. Varios de vosotros lo habéis conseguido, otros lo intentasteis sin conseguir grandes resultados, otros lo abandonasteis y otros ni siquiera lo llegasteis a intentar. – Hizo un largo silencio y concluyó: Si tuviéramos que medir el valor real de este equipo ahora, ¿cuál es la aportación que cada uno de vosotros ha añadido al mismo?

El que tenga oídos, que oiga.
(Evangelio de S. Mateo)

2 comentarios en “¿Quién de nosotros ha cumplido?

  1. Luis Castellano Aguaida

    Aun teniendo principios éticos, morales y religiosos. En algún momento de nuestras vidas, podemos ser indecisos, mezquinos, orgullozos y hasta soberbios. Buscamos excusas para justificar nuestro proceder. Solo basta un momento de reflexión, bien sea inducida por una persona o por motivación propia, para darnos cuenta de la forma en que perdemos tan fácilmente, el compromiso de hacer las cosas cada vez mejor

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