El éxito no siempre está en la cima de la montaña
Echando la vista atrás y rebobinando algunos de los acontecimientos propios y ajenos que he vivido en este último año, me siento impulsado a empezar la columna de este ejercicio con esta frase y que además se enlaza como ni pintada con la frase de Rudyad Kipling:
- Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos con la misma indiferencia.
Vivimos en una sociedad en la que ambos conceptos son la única vara de medida, cuando a mi juicio, son el esfuerzo, la ilusión, el valor, la responsabilidad y otros muchos más conceptos, los que debieran protagonizar, al menos al mismo nivel del éxito y fracaso, la valoración de uno mismo y de los demás.
Si no, que se lo pregunten a aquellos que a pesar de estos conceptos que quisiera elevar a esa categoría, no ha conseguido aquello por lo que luchaba. O que se lo pregunten a aquél que convive con alguien que ha alcanzado el éxito sin una gota de sudor.
El esfuerzo termina por convertirse en un atenuante del fracaso
Siempre he apostado por tener en cuenta todos los factores: La cima de la montaña nos orienta en cuanto a la dirección por la que debemos manejarnos y por el sentido que debemos tomar en ella, el camino que recorremos es la verdadera imagen de nuestro valor como profesionales y personas, nuestros principios y valores son los que nos hacen elegir una cima u otra y trazar un camino más o menos coherente.
Creo que el día que seamos capaces de trabajar con todos los factores, dándoles el peso que le corresponde a cada uno de ellos, tendremos algo invalorable en nuestras manos profesionales, empresariales, sociales y personales.
Gracias Luis. Eso anima.
Un abrazo
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A veces es difícil conseguir las palabras precisas para expresar una idea o un pensamiento, pero creo que en esta columna has conseguido mucho de ello, feliz día amigo Jaime
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