
Déjate sorprender por lo que eres capaz de hacer. Disfruta de lo que son capaces de hacer los que tienes a tu alrededor.
Si estamos abiertos a pensar que las barreras que vemos no son necesariamente insalvables, superaremos la mayor parte de ellas. Basta con estar atento a lo que vamos consiguiendo y a no dejarlo encerrado en un baúl hermético, sino a utilizarlo como evidencia de que podemos con eso y más.
Cuando una de mis hijas me enseñó el cuadro que había pintado, pensé en ello. Si somos capaces de crear un álbum que se vaya llenando de esos pequeños y grandes logros, tendremos la oportunidad de creer que somos capaces de mover y desplazar muchas barreras que hoy pueden estar complicándonos el ánimo. Si en ese álbum dejamos hueco para los logros que consiguen los que nos rodean, veremos reflejos de nosotros mismos en esas historias.
Y hoy en día, creo no equivocarme al pensar que todos necesitamos tener un buen álbum en nuestro escritorio.
PUEDES CONSEGUIRLO (Jaime Ros Felip, 2013)
Recorrer ese paisaje era algo que le producía sensaciones aparentemente contradictorias. Sabía que debía hacerlo, era algo que no podía eludir e incluso sentía una emoción especial cuando se veía a sí misma completando el viaje. Estaba segura de que al llegar a la meta, ella habría cambiado, sería diferente, más segura de sí misma y con un reconocimiento más intenso por parte de todos sus amigos y de su familia.
Pero tenía miedo. Aventurarse a recorrer esas calles le provocaba ansiedad. Se sabía tímida, dudaba de sus capacidades y no sólo temía fracasar en su intento, sino que notaba en su interior un rechazo intenso a enfrentarse a esa prueba. Probablemente era esto último lo que más la frenaba.
Pero eso fue al principio.
No recordaba cómo había entrado en el paisaje, ni cuánto tiempo llevaba en él. En el inicio del viaje notó una gran soledad. Sus miedos la pintaban sola en unas calles vacías, sin ruido, sin nada que la acompañara. Pero su sorpresa llegó al encontrar reflejos de sí misma que acudían a visitarla mientras sus piernas avanzaban inseguras, por las calles adoquinadas. Se acercaban a ella y le susurraban pensamientos que al principio rechazaba, luego escuchaba temerosa y después atendía interesada.
- No dudes de ti misma. Eres tú quien crea barreras – Los reflejos insistían.
- Tengo miedo a equivocarme. No voy a ser capaz. Todos se reirán de mi infantil intento de superar este camino. – Respondía envolviéndose en el abrigo para protegerse del frío que sentía en su interior.
Sus pasos recorrían una calle para desembocar en otra. Al principio dudaba sobre la dirección que debía tomar, pero los reflejos la ayudaban a decidir.
- Ve hacia la derecha y mira en la fuente.
Su imagen nadaba en la superficie del agua y parecía sonreír. Estaba acompañada de otros con los que compartía algo que no se veía con claridad. Estaba contenta y todos los que con ella estaban, la miraban con orgullo, como si hubiera sido capaz de hacer algo importante.
- ¿Qué es esto? – Preguntó
- Estás viendo imágenes de tu pasado – Los reflejos le explicaban los recuerdos que se sucedían en la superficie de la fuente.
- Pero esto no ocurrió así –decía en voz alta -, los que estaban conmigo no me felicitaban, al contrario, se reían de mi forma de actuar.
- Dudas demasiado de ti misma. Lo que ves es lo que pensaban, no lo que te decían.
- ¿Cómo?
- No haces más que crear cosas que otros admiran y sin embargo, sigues creyéndote incapaz.
- Ellos se reían de mí.
- Tú eras la que más te reías de ti misma.
Siguió con su camino y el tiempo dibujó recuerdos y añadió experiencias que iban completando el paisaje. Edificios, árboles, fuentes, calles, estatuas, farolas,… A cada paso que daba, más a gusto se sentía. Empezaba a sentirse como si tuviera en sus manos los pinceles que iban creando el paisaje.
- ¿Te gusta lo que ves?
- Es bonito.
- Eres tú.
Los reflejos seguían con ella. Ya no sentía el frío de antes. El abrigo colgaba, como olvidado, de sus hombros. Echó la vista atrás y detuvo su camino.
- Todo esto, ¿soy yo?
- Sí, y todo lo que queda por recorrer es lo que serás.
Ahora, por fin, el paisaje se había convertido en ella, o quizá fue ella quien consiguió convertirse en el paisaje. No lo sabía con certeza. Miró hacia delante, sonrió y reanudó su camino con una seguridad interior que nunca había sentido, dispuesta a sorprenderse de sí misma y de lo que era capaz de conseguir.
Hay una «niebla persistente» que nos impide ver lo que hacemos o incluso, que nos muestra sólo parte del paisaje que creamos.
Gracias María.
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¡Si todos fuésemos capaces de hacer nuestros esos paisajes por los que caminamos, qué cantidad de miedos nos quitaríamos de la espalda!
Muy bonito, y como siempre, con una enseñanza enorme.
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Me alegro. Va por ti
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Me ha encanado, es genial
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